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Los efectos de la migración y las remesas en México

Los flujos provenientes de Estados Unidos han mostrado ser más resilientes que los provenientes de otros países.

Durante todo este año he estado escribiendo en esta columna sobre el tema de las remesas. Y es que los números nos dicen tan poco si no vamos a la realidad social que las provoca para entender que el fenómeno desde el escritorio es sumamente complejo y complicado.

Desde el concepto causa mucha confusión y duda. Ahora con el tema de “La ley Banxico” me comentaban que esto complicaría la operatividad de las remesas y que el Banco Central se obligaría a comprar los dólares que quedaran en el mercado de lo que los paisanos estuvieran enviando a sus familiares.

A reserva de que abordemos mi punto de vista sobre el tema de la citada iniciativa que ha sido postergada para el primer trimestre del 2021, lo cierto es que no tiene nada que ver con esto. Es más, tampoco con los dólares que se manejan en nuestra economía.

Las remesas son los recursos que nuestros paisanos envian a sus familiares por los transmisores de dinero, y que se reciben en nuestro país en moneda nacional a cambio del pago de una comisión.

En consecuencia, los dólares que cruzan por la frontera, es decir, los billetes verdes que se liberan en México, y que son intercambiados en centros cambiarios, bancos o casas de cambio, o en otro tipo de entidades, no son considerados como remesas.

Tampoco en el caso de los dólares que son intercambiados en nuestro país, por bienes y servicios, considerados como moneda “de curso legal” de facto en muchas de las poblaciones del norte de nuestro país.

Habiendo focalizado el tema de las remesas como señalamos anteriormente, valdrá la pena mostrar la evolución que éstas han tenido en los últimos años en México tomando en consideración que:

Las medidas de confinamiento tomadas para controlar la expansión de la pandemia de la COVID-19, tuvieron impactos nunca antes vistos en los mercados laborales en el mundo, incluyendo en economías europeas y la estadounidense.
Estas afectaciones generaron que organismos internacionales destacaran el posible impacto sobre las remesas. El BID y el Banco Mundial estimaban, al inicio del año, caídas de entre el 20% y 30% en los flujos totales de remesas en 2020.

Sin embargo, la información del Banco de México indica que el flujo de remesas recibidas durante enero–octubre de 2020 fue 10% superior al del mismo período de 2019 (33,564 millones de dólares versus 30,395 millones), uno de los aumentos más elevados de los últimos diez años.

El monto recibido por las familias en remesas internacionales durante 2020 ha sido un 21% mayor, tomando en cuenta el tipo de cambio y el valor de la inflación, como se muestra a continuación:

Una de las “hipótesis” más socorridas en la explicación ha sido que debido al tipo de cambio favorable para el dólar, los paisanos se habían visto incentivados a enviar más dólares, pero esto sólo sería cierto en una parte del año. La crisis ocasionada por la pandemia de la COVID-19, así como la guerra de precios petroleros entre Rusia y Arabia Saudita, generaron una fuerte depreciación del peso mexicano y el colombiano con respecto al dólar. A consecuencia de esto, el tipo de cambio registró una depreciación de hasta 30% en el período previo al inicio de la pandemia, al pasar de 18 a 24 dólares por peso.

Así, la acelerada depreciación que se observó en México y Colombia parecieron haber incidido en el incremento del envío de remesas durante marzo de 2020 como se ve a continuación:

Sin embargo, la depreciación del tipo de cambio se redujo y aminoró el resto del año, y en este mes hemos visto que el peso está en el rango de los 19-20 pesos por dólar. Veremos si esto afectó o no el comportamiento del flujo de remesas, pero es probable que, al ser un mes de fiestas de fin de año, el flujo continúe y se normalice, si este efecto fuera importante, ya al término de enero o en febrero del 2021.

Otro efecto que se ha discutido es si el costo de envío de las remesas tiene alguna incidencia en el envío de éstas. Al respecto tengo las consideraciones:

El costo de envío de las remesas no parece ser la razón detrás del aumento de las remesas, dado que éste no ha experimentado reducciones sustanciales.
En particular, el costo de enviar una remesa de 200 dólares desde Estados Unidos a México ha disminuido poco, al pasar de 4.39 a 4.18% del cuarto trimestre de 2019 al tercer trimestre de 2020.

No obstante, pudo ser uno de los factores que ha incidido en la fortaleza del flujo de remesas en la última década.

México presenta el menor costo de envío de remesas desde Estados Unidos aun en comparación a otras economías latinoamericanos y del sureste asiático, como se puede apreciar a continuación:

En el caso de Mexico, es muy interesante apreciar que su concentración en el flujo de remesas es distinto que al de otros países como la India o Turquía, que reciben flujos de varios países. En nuestro caso, el 96% proviene de Estados Unidos. En contraste, economías sudamericanas presentan mayor diversificación en sus fuentes.

Esto es relevante dado que los flujos provenientes de Estados Unidos han sido mucho menos afectados durante la pandemia que aquellos provenientes de Europa u otros países latinoamericanos, como se muestra enseguida:

Sobre el perfil del mexicano (paisano) que se encuentra de migrante, puedo comentarles los siguientes conceptos:

La situación de la población mexicana migrante en Estados Unidos está constituida por alrededor de 7.5 millones de mexicanos que son parte de la Población Económicamente Activa (PEA), donde la mayor parte de ellos carece de ciudadanía.
La población mexicana sin ciudadanía se encuentra concentrada en los sectores de construcción y servicios, dos de los más afectados al inicio de la pandemia, lo que sugiere que fueron más vulnerables al choque de la misma.
No obstante, a pesar del severo choque en el empleo durante abril, el desempleo de la población migrante mexicana se ha reducido de forma importante, en un ritmo mayor que el de otros grupos migrantes.
De mayo a octubre se han generado más de un millón de empleos para los trabajadores mexicanos migrantes.

Es presumible también que el programa de transferencias en Estados Unidos, incluido en la CARES Act (que apoyó a cerca del 80% de la población norteamericana que recibió cerca de 1,200 dólares indistintamente de su origen), parece haber tenido impactos significativos en la recuperación del gasto en el país norteamericano al mantener la estabilidad de ingresos de la población y pudiera haber sido beneficiada en parte, pero aún no se tienen datos para realizar este análisis.

Es así que parece que los flujos provenientes de Estados Unidos han mostrado ser más resilientes que los provenientes de otros países tanto latinoamericanos como europeos.

Creo que para México –como lo ha enfatizado el mismo presidente López Obrador en su discurso, recientemente con objeto de su informe de gobierno–, es de suma importancia que estos flujos se mantengan y, por ende, que tengamos mejor conocimiento de cómo se originan éstos y cómo es que empujan distintas regiones de nuestro país, cuyo bienestar depende directamente del bienestar de sus parientes migrantes para subsistir en momentos tan precarios como éste.

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